El puente entre la vida producida y la vida sentida.

𓆩ꨄ︎𓆪  Cuánto tiempo sin escribir por aquí. Desde hace un par de semanas estamos de vuelta de India, un viaje muy bonito que nos ha traído muchos aprendizajes y algunas semillas nuevas que pronto le daremos tierra y os compartiremos.

Ahora os escribo desde el tren, de camino a Madrid, para celebrar el 80 cumpleaños de mi padre :´). Parece que el movimiento me centra más de lo que lo hace a veces la quietud, así que aprovecho este tramo de vía para poneros al día de en qué andamos y hacia dónde se está moviendo todo por dentro.

Lucas ha estado a tope con su nuevo álbum de mantras, Devotion is a vibe: una delicia sonora para el cuerpo. Lo ha estado componiendo, produciendo y presentando el sábado pasado, y muy metido en todo lo que implica parir un proyecto así. Ahora el álbum ya es vuestro: puede empezar a hacer su trabajo silencioso en quienes lo escuchéis.

Yo voy entrando en otra velocidad: la de las preguntas sin respuesta.
Más allá de dar un par de clases a la semana, me he dado noviembre y diciembre para dejarme un poco desordenada, sin arreglo, como las notas del móvil escritas durante el último viaje: días para el caos, para regenerar la energía, para descansar y dejar de alimentar un ritmo interno que llevaba tiempo poniendo en cuestión. Un tiempo de escucha: qué quiero y, sobre todo, desde dónde quiero seguir ofreciendo cosas de ahora en adelante.

Andamos en esa encrucijada entre la vida productiva y la vida sentida.

ੈ✩‧₊˚ Últimamente cuestionamos mucho esa idea tan extendida de que tener una “visión creativa” de nosotras y nosotros consiste en un non stop de alimentar una versión más productiva, más eficiente, más exitosa de quienes somos. Esa imagen tira de casi todas y nos deja con la sensación de ir siempre tarde, de ir “más lentas que el resto”, ¿os pasa tambi´en?

Pero vivir así nos coloca delante de una zanahoria que siempre se aleja y, en mi caso, me ha hecho pasar años creyendo que yo era mis nervios de conquista, mi culpa por estar quieta, y mis heridas de no poder estar sin tener nada pendiente.

Toda una vida en forma de carrera, más que de presencia.

Hoy siento más que nunca que la manera en que nos vemos y nos proyectamos tiene menos que ver con la imagen que damos hacia afuera y más con aprender a mirarnos con amabilidad y verdad: con una mirada coherente con lo que nuestro cuerpo necesita, con nuestro cuidado real y con un deseo que no viene impuesto desde fuera, sino que nace desde dentro. Una visión posible, encarnada, habitable; torpe, a veces desordenada, seguramente imperfecta para los criterios de un ejecutivo, pero fiel a lo que somos.

En todo esto, los rituales han tenido mucha importancia en mi vida: esas prácticas y pequeños gestos cotidianos que nos devuelven al cuerpo y nos recuerdan quiénes somos cuando nadie nos está mirando. En mi caso, la práctica de Yoga Nidrā ha sido uno de esos santuarios que me ha enseñado tanto en la carne, no solo en el concepto: un lugar donde se aprende a estar conscientes sin producir nada útil, donde la escucha se afina tanto que llega un momento en que seguir fingiendo ya no se sostiene.

Creo que una visión verdaderamente “femenina”, no en el sentido biológico, sino en el de lo receptivo y cíclico, solo es posible si honramos nuestros ritmos, en lugar de forzarnos a encajar en una línea recta de supuesto crecimiento constante.

Ya no se trata tanto de acumular objetivos y resultados (eso solo nos hace girar en círculos), sino de hacernos otras preguntas que nos despeinen un poco:


✷ ¿Quién quiero ser en lo que hago?
✷¿Cómo quiero vivirme mientras creo?
✷ ¿Desde qué estado interior quiero relacionarme con el trabajo, con el arte, con las otras personas?

La visión no es solo un punto de llegada (si acaso, ese punto lo tenemos cuando dejamos este cuerpo).


La visión es la forma en que decidimos transitar este camino tan corto de nuestro paso por la tierra: el modo en que queremos sentirnos y la calidad de presencia que deseamos cultivar.

No necesitamos, y tú no necesitas, de verdad, convertirte en algo que no eres en tus entrañas para hacer algo valioso o bello. La vida necesita gente haciendo lo que de verdad tiene que hacer, lo que le gusta, lo que le da calorcito en el corazón.

Lo que hacemos cobra fuerza precisamente cuando nace de quienes somos: de nuestra historia compleja, de nuestra infancia, de nuestra voz, de nuestros ritmos, de esa manera irrepetible que tenemos de sentir y de mirar. Ahí está nuestro verdadero “sello creativo”: en permitirnos ser, en lugar de representarnos. Y sí, da miedo. A la vez, es lo único que se siente realmente vivo.

ੈ✩‧₊˚ ✩‧₊˚Por eso siento que es urgente desconfiar de ciertas narrativas que circulan en redes y presentan la creatividad como una nueva forma de productividad permanente: siempre inspiradas, siempre visibles, siempre “on”. Ese imaginario no solo nos agota; nos desvía de lo esencial, porque vuelve a colocar el listón fuera, en el rendimiento, en las cosas impolutas, y no dentro, en la fidelidad a lo que somos.

Estar conectadas con nosotras y con lo que queremos crear no tiene nada que ver con esa hiperexposición que, al menos a mí, me seca y me liquida. Es, más bien, un regreso a una intimidad silenciosa desde la que lo nuevo puede nacer, a ese “debajo” de la vida donde lo que importa no hace ruido.

El descanso, entendido así, es para nosotros, el terreno fértil desde el que puede surgir otra manera de vivir y de crear. No es un premio al final de la productividad, sino la condición de posibilidad de otra forma de estar.

En el fondo, tú ya sabes cuáles son tus ritmos y tus tiempos, qué tipo de objetivos son amables contigo y cuáles te violentan, qué formas de trabajar y de crear te sientan bien y cuáles te dejan exhausta y desarraigada de ti. Sabes en qué espacios te sientes cuidada y en cuáles empiezas a desaparecer.

Esa sabiduría es tu guía más fiable, aunque vaya a contracorriente, aunque no encaje. Por eso sentimos tan necesarios los espacios donde nuestra condición —eso que somos— pueda hacerse evidente una y otra vez: prácticas y lugares internos donde podamos quedarnos el tiempo suficiente para que el sistema nervioso, que pasa gran parte del día en alerta, reciba señales repetidas y coherentes de calma, contacto, presencia, pausa, pertenencia.

Desde ahí queremos, y es nuestro deseo, que nazca todo lo que ofrecemos: encuentros y propuestas que estén en coherencia con este momento y con una versión más honesta de nosotros y de vosotros. Un proceso más que una meta, una pregunta abierta.

Mientras tanto, ayer estuvimos creando una lista de música con algunos de los mantras nuevos de Lucas y otros temas en sintonía que nos están acompañando estos días. Te la dejamos por aquí abajo por si te apetece guardarla y escucharla.

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SHAKTI VIBES ꨄ GODDESS MANTRAS

Un abrazo. Os leemos de vuelta.

Marta

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